Quedé colgando. A la intemperie. Y el viento no era amable. No era lugar para mí. Pero creo que cuando me desgarré y me convertí en retazos no lo sentí así. Yo misma generé la lluvia que me mojó. Porque me mojé también. Me volé y me mojé. Me dio frío. Me despinté. Me olvidé de cuál era mi color.
Pero un día me sequé. Me sequé al Sol, como si nada. Como si el Sol siempre hubiese estado ahí y siempre hubiese reflejado los colores que llevaba y siempre me hubiese distraído del viento que me golpeaba.
Qué lindo secarse al Sol y recordar que la energía existe.
Y broté. Broté retazos que se unieron a retazos. Y me extendí. Por primera vez yo toqué el aire, el aire ya no me tocaba más a mí. Me volví tan sólida que caí. Pero fue una buena caída. Dejé de estar colgada. Pasé a estar toda en contacto con la tierra. Le di un beso a la tierra. Broté más. Me extendí más. Llegué.
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