domingo, 22 de junio de 2008

III

Apenas muevo los primeros dedos.
Los párpados todavía pesan demasiado como para abrirlos.
Las pestañas son cadenas cómplices.
Respiro aire todo de golpe.

Agg...me di cuenta de la existencia de la luz.


Lluvia de partículas pesadas.
Metálicas,
redondas
y violentas.

Pero, pero...¡capaces de traspasarme!

¡Me golpean una y otra vez!

Pero...¡Por todos lados, eh!

Las partículas del aire...
¡Ellas!
¡Me las-ti-man!


Despertar duele.


En cuanto abro los ojos la lluvia se vuelve de pelotas de algodón. Se deshacen apenas llegas a los límites de mi piel...

Y ahí me envuelve la música del día. Me acuerdo de lo que soy, lo que me queda por hacer y lo que sea que haya hecho hasta el momento. Reiniciar, básicamente.

II

Se me destaparon las orejas.
Y después un poro del cuero cabelludo.
Dos.
Tres.
Miles.

Se me destaparon los ojos...
la boca.

Las sensaciones comenzaron a
invadirme.
Con su dedo índice,
me recorrían
desde el cuello
hasta el final de la espalda.
Y susurraban...


Todo lo que brota de mi se choca en una nube perfecta de luz y color con todo lo que quiere entrar en mi. Y me voy llenando de lo que sobrevive. O voy sobreviviendo de lo que me llena.



Hasta que un día no. Y la sequedad me invada...

Puedo imaginarme las células de mi sangre flotando por mis arterias, ya no empujadas por una fuerza. Fluyendo por inmovilidad y voluntad propia...Flotando.