jueves, 11 de septiembre de 2008

Manchas

Sangra la herida.
Brotan incontenibles las pequeñas gotas
que van reptando por los valles epidérmicos.
Es la misma miel
que siento trepar por mis venas...
pero mal encaminada.
Erupciono vida
(y pensar que uno puede morir erupcionando vida).
Sangra la herida que estaba cicatrizada.
Y tal vez haya sido la manga de la campera.
O tal vez la inhibición envasada al vacío.




Almendra no podía dormirse aquella noche. El viento se hacía lugar por la calle a los empujones y sus modales asustaban un poco a Almendra. Pestañeo. Pestañeo. Y en el segundo abrir de ojos vio como en la pared de enfrente había dibujados dos círculos de miel. Sus ojos se habían convertido en reflectores. Almendra aspiró aire muy-fuerte-todo-junto, asustada, y cerró con fuerza los ojos (como quien quiere que algo desaparezca y cree que va a ser así si deja de verlo). Sin abrir los ojos, Almendra seleccionó un dedo de su mano derecha, desenfundó la yema y comenzó a recorrer con suavidad todo su brazo izquierdo (santa sea la religión de los rituales- calmantes). Pero llegó un punto en que Almendra dejó de sentir la suavidad de su dedo para sentir...alas que se batían a lo largo de su brazo. La sorpresa le jugó una mala pasada a Almendra, quien se olvidó por qué estaba con los ojos cerrados y los abrió (lógicamente para encontrarse con que lo que daba miedo se había ido gracias a...santas sean las distracciones). Una libélula le estaba haciendo mimos en el brazo. Almendra odiaba las libélulas. Pero le encantó encontrar a esta en su cuarto, en su brazo, y, por un momento, libélula y Almendra se quisieron.
Un rato que pareció corto pasó y la libélula se desprendió de Almendra para remontar vuelo por la habitación. Se le unieron unas 24 libélulas más. Lejos del temor, Almendra estaba encantadísima.

Felices chisporroteaban las libélulas. La imagen era toda una sonrisota incontenible y traviesa.

Hasta que una gotaza de pintura violeta descolocó y tiró a una libélula contra el piso. Almendra y el resto de las libélulas se quedaron inmóviles y confusas. Las libélulas, petrificadas, suspendidas en el aire. A Almendra se le comenzaron a erizar los pelos uno a uno (como el pasto que es pisado y lucha por volver a su erecto y sano estado natural).

Fue en eso que la libélula damnificada se levantó enérgica y triunfante y corrió a manchar de violeta a la libélula de al lado.

¡¡¡Lluvia de gotas de pintura de distintos colores!!! ¡¡¡25 libélulas jugando a la mancha más hermosa y colorida que Almendra jamás haya visto!!! ¡Qué muerte de risa!

Sin pensarlo mucho, Almendra se miró el brazo. Tenía una Curita ($%) en la yema del dedo. Almendra se preguntó por qué. Se la sacó. Sangró la herida.

No entendía el fin de las curitas. Tapar no era curar.

Sí, las libélulas se habían ido.


Almendra se despertó para pensar "por qué no me podré dormir esta noche".


domingo, 7 de septiembre de 2008

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